¿Dónde has entrado?

Acabas de entrar a un extraño mundo, donde el discernimiento humano escribe con una extraña pluma. Mi teclado es rodeado por mi locura en un extraño halo que no puedo alcanzar a definir y cuando se mezcla con algunos profundos sentimientos... da este blog como resultado.

sábado, 15 de diciembre de 2007

Una ventana al pasado

En ocasiones abre la ventana de nuestros pensamientos el aire del tiempo. Su linealidad se pierde, empieza a transformarse, a hacer raras piruetas con nuestro presente, pasado y futuro. Y cuando menos lo esperamos todo se convierte en indeleble, en tinta que el agua se lleva con sólo unas gotas. Entonces raras corrientes surcan nuestro interior, corrientes de lo más variopinto que van desde el odio, el amor, la añoranza hasta llegar a extremos que a veces desearíamos no recordar. Momentos en que sin saber ni cómo ni porqué toda una ola de sensación que no deben ser para ese instante acuden llamadas por partículas temporales que se empiezan a mover como un huracanado viento en vez de como un manso río.

Pandora
abrió la caja, y muchos la abrimos de después de ella. No es siempre el viento temporal el que abre solo la ventana. Muchas veces nosotros mismos jugamos con fuego... y nos quemamos después. Recordar trae muchas cosas buenas pero además de esa gama de sonrisas hay otra gama de lágrimas y otra gama amplísima de tiempos perdidos. Y es que al dios Cronos no le gusta que nadie entre en sus dominios, no le gusta que nadie cambie las agujas de sus relojes ni aunque en sus propios mundos mentales sea. Y lo peor es que cabe la posibilidad de que no lo haga por orgullo sino por nosotros. Y eso es lo que más fastidia a nuestro libre albedrío.

viernes, 14 de diciembre de 2007

Peldaño a peldaño


Oigo música que no escucho. Suenan notas que no son para mí. Y yo aquí sentado, oigo sin escuchar el continuo devenir de lo que falta, el continuo devenir de lo que no está. Pasa y pasa el tiempo inderrotable cual Dios impasible, altanero y orgulloso y mis sonatas no llegan, ni siquiera lentas canciones. Sólo hay ruido de coches, lápices y teclas de ordenador...

Dibujo ténuemente para poder borrar las lagrimas pintadas a la casa de un tal Blas. Y ansío no dibujar las sombras de esa lágrima con lápiz blando pero me van a obligar. Dibujo lo que veo y lo deformo sin parar.

Siento que me falta un peldaño por subir, que está cerca, es factible... aunque no lo sienta así. Y la sinrazón, a veces, llega a colarse en mí como una suave locura que me invita a partir. Pero me dice el cerebro en contra del corazón "no, no, el peldaño está al lado, en tu mismo costado, y lo puedes subir poco a poco subiendo ese pie y cuando estés en lo alto... habrá otro escalón pero siempre recuerda que ir hacia atrás es bajar el escalón que un día subiste ya". Y me quedo con el consejo de mis neuronas trabajando aunque sé, que tarde o temprano, el corazón y el cerebro deberán convivir sin chafarse uno a otro así, dando lugar a la gama de grises de un 7B con la sonata de fondo que yo cantaré.

martes, 4 de diciembre de 2007

Puertos de almas

Siento algo muy dentro que se separa de mí. Zarpa hacia puertos lejanos que yo nunca conocí con la inocencia postrada, aquella que yo conocí. Y es que las personas cambian. ¡Qué me lo digan a mí!

Tiembla algo aquí en mi alma. La estructura de madera de mi frágil corazón es comida por termitas de orgullo y desazón. Y grito un poco en silencio, de ese que tanto sé usar, y me da una ecuación que yo no sé interpretar.


Imagino aquellos puertos a los que llega ya, mientras me escribe una carta, de esas que otro alguien escribió ya. Son puertos antiguos, con sabor a viejo y añejo mar. Mientras el puerto de mi alma se desgaja más y más. Terremotos y mil sismos lo sacuden sin parar. Ello junto a las termitas y a este día me va a dejar fatal.

Pero ya pasaron cosas antes, otras veces emigró, y siempre volvió a nuestra patria, un simple objeto sin valor. Y junto a él hablamos y hablamos sin parar. Yo cuento mis puertos visitados pero ese otro alguien visitó más. Y entonces me descubre el suyo, su alma, y yo guardo la mía por si se me fuera a escapar cuando si la compartiera ese otro alguien la sabría, sin duda, arreglar.