Hay calles donde la esperanza se quedó tirada en un rincón. Hay esquinas donde el amor se prostituyó con dolor. Hay avenidas donde los recuerdos fueron consolados con alcohol.
Demasiados sentimientos su pureza han perdido con el paso de los años. La vida pasa inquebrantable para ellos también. A veces me gustaría poderlos volver a meter en una cuna como bebés sentimentales... Pero sé que es mejor así, que es mejor que sean fuertes para resistir duros golpes que quedan por venir y también para disfrutar satisfacciones que aún quedan por asistir al baile de mi vida.
Poco a poco pasa el tiempo y los años y ellos siguen ahí aportándome ese halo de humanidad que sólo ellos saben dar. Hay muchos que no me gustan nada, otros que odio, algunos que espero que cambien, otros que me encantan, unos cuantos que me quedan aún por descubrir, también están aquellos que aún no han tenido su momento de gloria y los que han pasado sin pena ni gloria por mi corta existencia. Pero a todos ellos les debo algo. Les debo todo mi ser. Si alguno de ellos cambiara por completo, se transformara, también sería yo quien cambiara, quizá para mejor, quizá para peor. Pero eso no es algo que me preocupe porque si lo hacen sé que su razón tendrán o ya haré yo para que la tengan, aunque no conviene forzarlos porque crean un conjunto muy singular, un equipo cuyo equilibrio no es muy recomendable tocar pues todo juntos pueden cambiar en el interior de un ser pensante.
¡Ay, sentimientos! ¡Qué misteriosos y sublimes! ¡Qué humildes y soberbios! ¡Qué míos y de todos a un tiempo!