Suaves olas que embadurnan la existencia. Suave brisa que llegas a mi rostro sin querer. Suaves caricias de la arena que hay por doquier.
Veo desde una cercana lejanía como el agua se acerca y debora en juego infinito la arena que por todos lados hay. Pero también contemplo desde mi puesto como esa tierra arenosa ,débil y frágil a la vez resiste los embistes del mar. Puede caer presa durante horas por la marea, sufrir una y mil pérdidas en esa franja de tiempo... Pero siempre llegan refuerzos, siempre los mares y océanos dejan un poco de margen, un poco de respiro, de paz y armonía a la frontera entre dos mundos rivales. De un lado la tierra, de otro las aguas. Una guerra infita, una guerra que no acaba. Hay espías: las islas y ríos en cada bando. Es el ying y el yang, es el cuento de nunca acabar.
Las fronteras las hay de diversos tipos. Las conquistadas: estuarios y deltas, uno para cada bando. Las murallas: diques y acantilados. Y después esas franjas arenosas, esas fronteras que a mí me fascinan, pues en ellas se libra la verdadera lucha... Las playas...
Mil y un recuerdos sobre ellas me asaltan. Mil y un momentos, de noche y de día, en invierno y en verano, triste y contento. Es una frontera peculiar, una frontera en la que la lucha que allí se libra se transforma en esos rizos espumosos de las olas. Y mientras, los humanos, ajenos a esa lucha, contemplamos el cielo, el tercero en discordia.