¿Dónde has entrado?

Acabas de entrar a un extraño mundo, donde el discernimiento humano escribe con una extraña pluma. Mi teclado es rodeado por mi locura en un extraño halo que no puedo alcanzar a definir y cuando se mezcla con algunos profundos sentimientos... da este blog como resultado.

martes, 7 de abril de 2009

¿Cambios?



Un día dije que había cambiado y era verdad y mentira a un tiempo. La sonrisa sale más en mi cara. Mi yo se muestra más sincero, con más alas. Pero siempre hay un pero aunque ahora no lo veo… o no quiero verlo.


No es el viento, no es el aire en movimiento. No es el tiempo ni el reloj con sus pitidos. No es triste. No padezco. Pero todo se lía, no todo dura. ¿Quizás tengo miedo?

Todo se arregló con aquellos que quería. Mis lazos en la tierra a la que emigré cada vez son más fuertes, cada vez quiero menos volver a la tierra que me vio nacer. Y sin embargo sigo queriendo volver un poquito. Ya he encontrado mi cierto yo en el mundo, mi pequeño lago de calma. Con mis dudas e incertidumbres, con mi cosas que me faltan, con mis contradicciones enormes pero asumidas, normalizadas… ¿Y por qué escribo esto entonces?

Preguntas echadas a un baúl por no tener respuesta... Desposeídas del eterno derecho de toda pregunta: ser contestada. Encerradas en la urna de cristal que todos ven y nadie abre. ¿Para qué?

El león rugió, intentó eclipsar en verano con su dorada melena y asustar con su zarpa. Pero el invierno llega y con él… los temblores del león de la selva en la dura Siberia. ¿Cuánto falta para el invierno si aún está empezando la primavera? Parece que mucho, ¿no? Pero siempre llega… Cuando uno está en la sauna al salir se congela.

Miré al fondo de un río buscando mi alma y hallé una pulsera de perlas. Lo que yo no sabía es que todo caduca. Si no se te rompe… lo olvidas. El tiempo todo lo sacia. Y lo que tampoco sabía es que buscaba el Santo Grial de mi vida, el eterno viaje a Ítaca, buscando mi alma. De repente me conformé con lo caduco y cejé en el intento del autoconocimiento a pesar de saber que nunca sabré nada. Pobre analfabeto.

Yo aquí sigo tirado en mi cama, solo, como casi siempre. Con una tonta sonrisa de subnormalidad y autocomplacencia. ¡Horrible!

Podría cambiar el mundo, todos podemos. Pero a muy pocos les da la gana. En el engranaje hay demasiadas piezas… y en el cerebro demasiadas pocas neuronas. Nos creemos inteligentes y lo único que somos es dependientes de nuestra poca inteligencia.

Pequeñas ráfagas de aire en medio de un huracán, una ola pequeña en alta mar, una aguja en un pajar… La insignificancia existe, el diferencial. Una gota de alcohol no hace nada más que ayudar a todo un litro de vino, de cerveza o de champán. ¡Qué les aproveche a los abstemios!