Frío en los pies... y en el alma. El escudo cada día es más grande, y lejos de protegerme de lo que hay en el exterior, hace que se congele un interior hasta ahora vivo. Mis constantes vitales están bien, físicamente perfecto... pero siempre me falta algo, algo que no busco, algo a lo que tengo miedo, algo que no puedo describir porque sé lo que es pero tengo miedo a no encontrarlo nunca.
Siempre fui idealista, intenté alcanzar para poder implementarlas en mi vida esas ideas platónicas convertidas en carne, en realidad. Pero me dí cuenta que lo ideal no existe más que en mi mente. Ello me llevó a crear ese escudo anti misiles contra un enemigo que no existe y que no es más que la realidad. Una realidad que he hecho difícil. Y es que lo más difícil de todo es cambiarme.
Las piedras contra un lago en calma forman bellas ondas concéntricas. Todo ello es armonioso, es lo que deseo. Pero no tengo suficiente dinero para comprarme un lago cubierto al que no afecten las inclemencias del tiempo. Sin embargo me empeño en tejerme a mi alrededor un suéter cada vez más grueso y lo que hago no es más que ahogarme.
Intento no pensar. Pero nunca lo consigo. Eso también es imposible, como casi todo lo que sueño. Nunca quise unos pies en la tierra y ahora los tengo sumergidos en la ciénaga que yo construí a base de saliva y arena de playa. Poco a poco se seca como si fuera un hormigón de la mejor calidad. No quiero superficies cementantes que me ahoguen, no quiero presas que ahoguen el transcurrir de mi río vital, sólo quiero... ¿que me quieran?