¿Dónde has entrado?

Acabas de entrar a un extraño mundo, donde el discernimiento humano escribe con una extraña pluma. Mi teclado es rodeado por mi locura en un extraño halo que no puedo alcanzar a definir y cuando se mezcla con algunos profundos sentimientos... da este blog como resultado.

miércoles, 24 de marzo de 2010

La fragancia del vaso

Relatar el principio no puede ser tan complicado... De repente todo un mundo se dilucida, muestra sus cartas con claridad. De repente lo demás seres humanos se convierten en gárgolas. Después de años de mi propia petrificación volví a demostrar sentimiento alguno. Aunque quizás no haya persona adecuada para demostrar lo que llevo por dentro, pues todos tienen llaves y puertas de escape. La mía sólo fue y ha sido una, la llave del escapismo, y no quiero volver a usarla.

Un cambio tras otro. Eso es la vida. Y para llevar una vida hay que afrontar esos cambios. Huir es convertirse en el vivo de lo inerte, en el vivo de un metro que lleva a ninguna parte, de un tranvía con vistas al vacío, de un autobús que lleva en el interior el tubo de escape. Lo peor es que a pesar de mi convencimiento de lo que no debo hacer lo haré. Cuando uno no ve más caminos... o no es que no los vea o no los quiera sino, simple y llanamente, que no los tengo.

El vaso siempre estuvo vacío. Excepto en aquel principio donde todo era diferente e igual, aquel principio en el que todo se truncó aunque seguí hacia delante. Y no hablo de un principio ancestral ni de mi propio principio sino del principio de mi yo adulto consciente.

¿Por qué hago las cosas? Porque debo. Pero, ¿por qué debo? Se me olvidó preguntárselo a Kant... ¿Por qué todo parece que vuelve? Por el eterno retorno. Pero, ¿por qué vuelve? Se me olvidó preguntárselo a Nietzche.

Romper un plato da igual, si es del microondas la cosa cambia. Y es que hay platos y platos, personas y personas... Soledades y soledades. No es lo mismo estar solo cual ermitaño en la montaña que en una sociedad, que en un mundo donde hablas y hablas con gente que ve un espíritu alegre, fiestero y dicharachero. Pero el dolorido sentir sólo lo siente alguien que ha tenido demasiado tiempo para pensar en cosas que otros simplemente no piensan o si piensan se juran no volver a hacerlo.



"Del pasado dichoso sólo podemos conservar el recuerdo; es decir, la fragancia del vaso" Azorín, Castilla

miércoles, 10 de marzo de 2010

Hastío invernal

Mañana. Otro día más de la semana de lo horrible. Más tiempo pasado sin sentido en pos de un sueño que ya no lo es. Pero da igual. Cuando uno coge un camino o escapa a las primeras de cambio o ya no tiene más remedio que llegar hasta el final.

De repente el tiempo no me pertenece. De repente las horas pasan frente a los libros y enfrente de una pantalla de ordenador. De repente los muros se han de transformar en planos, la luz en material de análisis, los edificios se mueven de una forma imperceptible, y la vida en algo nuevo sobre lo que investigar... Y en realidad todo es mucho más sencillo, o más complejo y por ello no lo entiendo.

Quisiera ser más libre. Haber llegado a alguna extraña bahía donde sentarme a ver pasar el tiempo, donde sentarme a esperar aquello que ansío. Pero no, no tengo tiempo. Me lo robaron o... más bien lo cedí. ¿Por qué no podremos ver las consecuencias de nuestras acciones?

No es arrepentimiento. No. Es un profundo hastío sin recompensa. Una profunda muesca en mi espíritu que me daña. Es un tormenta de arena que erosiona mi ser de piedra. Es la luz que daña unos ojos saliendo de la penumbra. Es la suerte vista por quien no la tiene. Es el sí visto por quien siempre dice que no.

El tren sigue su curso, sin detenerse, esperando uno de esos cruces, una de esas señales que señalan el cambio de vía para poder volver a elegir. ¿Lo haré entonces bien?