Esta noche unos ojos azules me han hablado mudamente de la soledad. Y no es que me dieran miedo ni que me enamoraran sino que me he visto reflejado. Me han enseñado una extraña burocracia que me lleva hacia delante sin freno, con inercia vital, sin plantearme casi nada a la misma vez que lo cuestiono todo, y ello evita cualquier cambio necesario en mí...
De repente miro hacia atrás, como muchas veces hago, y veo tantas y tantas cosas que hice mal... Y no son un trauma para mí, he conseguido seguir hacia delante con normalidad... Aunque quizás nunca asumí realmente lo que estaba mal y me he convertido en el demonio del infierno de Dante personificado en un humano que no mata ni la mosca más pesada de una tarde de verano.
El océano vital es inmenso. Uno cuando empieza a moverse por él apenas sabe. Otros han de tutorizarle durante años hasta que puede un ser humano nadar con eficiencia para continuar saltando olas. Yo he notado que sólo uso los pies y no las manos. Cada vez me hundo más y más en un mar que es mío, en el agua que me pertenece, en mi espacio vital acomodado a lo que venga sin luchar por lo que quiero. Pero sólo sé odiarme por ello, por no explorar un vasto mar, por no sacarle a la vida todo el provecho posible.