En ocasiones abre la ventana de nuestros pensamientos el aire del tiempo. Su linealidad se pierde, empieza a transformarse, a hacer raras piruetas con nuestro presente, pasado y futuro. Y cuando menos lo esperamos todo se convierte en indeleble, en tinta que el agua se lleva con sólo unas gotas. Entonces raras corrientes surcan nuestro interior, corrientes de lo más variopinto que van desde el odio, el amor, la añoranza hasta llegar a extremos que a veces desearíamos no recordar. Momentos en que sin saber ni cómo ni porqué toda una ola de sensación que no deben ser para ese instante acuden llamadas por partículas temporales que se empiezan a mover como un huracanado viento en vez de como un manso río.
Pandora abrió la caja, y muchos la abrimos de después de ella. No es siempre el viento temporal el que abre solo la ventana. Muchas veces nosotros mismos jugamos con fuego... y nos quemamos después. Recordar trae muchas cosas buenas pero además de esa gama de sonrisas hay otra gama de lágrimas y otra gama amplísima de tiempos perdidos. Y es que al dios Cronos no le gusta que nadie entre en sus dominios, no le gusta que nadie cambie las agujas de sus relojes ni aunque en sus propios mundos mentales sea. Y lo peor es que cabe la posibilidad de que no lo haga por orgullo sino por nosotros. Y eso es lo que más fastidia a nuestro libre albedrío.
Pandora abrió la caja, y muchos la abrimos de después de ella. No es siempre el viento temporal el que abre solo la ventana. Muchas veces nosotros mismos jugamos con fuego... y nos quemamos después. Recordar trae muchas cosas buenas pero además de esa gama de sonrisas hay otra gama de lágrimas y otra gama amplísima de tiempos perdidos. Y es que al dios Cronos no le gusta que nadie entre en sus dominios, no le gusta que nadie cambie las agujas de sus relojes ni aunque en sus propios mundos mentales sea. Y lo peor es que cabe la posibilidad de que no lo haga por orgullo sino por nosotros. Y eso es lo que más fastidia a nuestro libre albedrío.