El río de emociones desmedidas sigue bajando arrastrado por una corriente mal encauzada. Y en apenas unos segundos rodea la isla en la que me encuentro. Veo la otra orilla, pero sólo queda esperar a que la la subida del nivel descienda para cruzar a nado, siempre a contracorriente, a la otra orilla donde alguien, quizás, pueda estar esperándome.
Te das cuenta que elegiste. Que cada paso está rodeado por la experiencia de infinitas elecciones. Pero a cada paso, te encuentras una conclusión, una conclusión que rodea el alma abrazándola y oprimiéndola hasta el punto de no dejarte respirar, de no dejarte sentir cómodo sea cual sea el lugar del mundo en el que te encuentres.
Fuera de lugar, como está una foca ártica en el Amazonas, como el diluvio universal en el desierto del Sahara, como yo mismo en situaciones que no entiendo con personas a quienes quiero pero, irremediablemente, fuera de lugar me siento.
Amenaza la lluvia con convertirse en ácidos y puntiagudos trozos de cristal que se me claven en cada porción que mi cuerpo expone al exterior. Soledad, amarga como siempre, pero no le tocaba aparecer, no. Aparece, siempre, e inunda mi mente con pensamientos que no quiero, que intento expulsar y no me deja. Una incomodidad que arrastro desde tiempos inmemoriales en mi existencia.
Fuera de lugar, apartado, acongojado en un rincón bailando solo la sonata de las mariposas que nunca llegaron a posarse en mi hombro, callado mientras los demás comentan, dándome la espalda, el azul que el cielo destila tintando con él el techo vital de cada ser de este mundo. Sí, pero no es tan fácil. Nunca lo es. Porque quizás soy yo el que les da la espalda a ellos, quizás soy yo el que huyó de las mariposas para poder echarlas siempre de menos. Pero ello, escapa a mi entendimiento. Lo siento.
Te das cuenta que elegiste. Que cada paso está rodeado por la experiencia de infinitas elecciones. Pero a cada paso, te encuentras una conclusión, una conclusión que rodea el alma abrazándola y oprimiéndola hasta el punto de no dejarte respirar, de no dejarte sentir cómodo sea cual sea el lugar del mundo en el que te encuentres.
Fuera de lugar, como está una foca ártica en el Amazonas, como el diluvio universal en el desierto del Sahara, como yo mismo en situaciones que no entiendo con personas a quienes quiero pero, irremediablemente, fuera de lugar me siento.
Amenaza la lluvia con convertirse en ácidos y puntiagudos trozos de cristal que se me claven en cada porción que mi cuerpo expone al exterior. Soledad, amarga como siempre, pero no le tocaba aparecer, no. Aparece, siempre, e inunda mi mente con pensamientos que no quiero, que intento expulsar y no me deja. Una incomodidad que arrastro desde tiempos inmemoriales en mi existencia.
Fuera de lugar, apartado, acongojado en un rincón bailando solo la sonata de las mariposas que nunca llegaron a posarse en mi hombro, callado mientras los demás comentan, dándome la espalda, el azul que el cielo destila tintando con él el techo vital de cada ser de este mundo. Sí, pero no es tan fácil. Nunca lo es. Porque quizás soy yo el que les da la espalda a ellos, quizás soy yo el que huyó de las mariposas para poder echarlas siempre de menos. Pero ello, escapa a mi entendimiento. Lo siento.
2 comentarios:
sabes porque estamos solos y nos encogemos delante de la vida? porque nos gusta sentirnos asi, somos separatistas por naturaleza de la amistad, la alegria, el sol y los buenos sentimientos que de vez en cuando nos amenazan.
besos
Hay una canción que dice "que no tengamos a quien querer no significa que no sepamos querer". Y creo que a ti y a mí nos pasa eso. O algo similar. Puede que sea porque seamos paisanos... ¿tu qué crees :P?
Besos brujotes!
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