En realidad nunca quise volver. Nunca quise volver a sentir lo que antaño. Sentir el desplazamiento provocado por esas fuerzas puntuales a un ser libre de ataduras. Pero cuando de repente haya colapsado ante ese movimiento indeseado... que no me busquen. Que no me busque nadie. Porque desapareceré en el desierto de mí mismo, quemado por mi propio Sol y rodeado por mis arenas movedizas. Sólo yo conmigo mismo.
Un tsunami inmenso llega a muchísimas vida y provoca daños irreparables en ellas mientras otros sentimos la sequía de nuestro propio solar desconectado de la más mínima humedad ambiental.
No es que no quiera cruzar ríos. Es que ni los tengo cerca. No es que no quiera dar pasos hacia adelante. Es que cada paso que doy es en realidad un paso hacia atrás.
Quiero ser inteligentemente imbécil para poder, en mi ignorancia, ignorar el mundo que me rodea y que en el fondo de mi ser odio. Podría gritar, insultar, pelearme... pero me quedan años en la jaula con los mismos monos. Esperaré hasta que pueda huir... otra vez.
Mientras tanto la niebla de una mañana invernal cualquiera sigue en mi ventana. Y a veces no veo, pero en otras ocasiones directamente cierro fuertemente los ojos porque no quiero ver. No mirar amortigua muchas de mis caídas en el colchón oscuro de mi habitación donde escribo las crónicas de un periódico gris, nocturno, triste, apesadumbrado, melancólico, afligido.
1 comentario:
me encantó, me encantó!
sobre todo esta parte:
"No es que no quiera cruzar ríos. Es que ni los tengo cerca. No es que no quiera dar pasos hacia adelante. Es que cada paso que doy es en realidad un paso hacia atrás."
escribes genial ;)
un besito
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