Un día te das cuenta de que te gustan los hiatos formados con tildes y todo cambia. La suave perfección imperfecta del diptongo se rompe por algo más suave y más etéreo que una vocal pronunciable. La tilde señala de manera descarada y maleducada donde está lo tónico. Pero, ¿y las demás? ¿Qué pasa con las desgraciadas átonas?
¿Preguntas absurdas? Puede que sí o puede que no, pero mi absurdo discurso no carece de razón. De una razón tonta y disparatada pero cierta. De una verdad que nace de la mentira de personificar lo inerte. Aunque peor sea... convertir en nada lo vivo sólo porque quedó rezagado.
Nos pasamos todo el año esperando el verano. Después llega cada año una vez y pasa de la misma manera en que llegó: con más pena que gloria. Pero se sacan cosas, se ve la suave cuesta en que se ha convertido la vida conforme uno entra en la vida adulta más y más empinada.
Este verano sólo ha traído una decisión tomada en el último consejo de gobierno de la república independiente de mí mismo: expulsar de mi estado a unos cuantos que llamaba amigos y ya no lo son. No hay rencor, ni xenofobia, ni odio, ni nada malo. Sólo la toma de conciencia de que el tiempo no deja títere con cabeza. Y que si algún día me vieron a su lado ya no se acuerdan...
Las memorias de pez las tienen los peces. Los disco duros humanos suelen albergar bastante más información. Quien no retiene en sí mismo ciertos datos, imágenes y recuerdos necesarios para entender, comprender y apreciar el futuro... vivirá un eterno presente sin chubasquero ni paraguas pues ya no se acuerda de donde estaban.
Y quiero poner el acento en que hay quien se salva, hay quien lleva una tilde en mi vida. ¿Por qué? Porque que fea sonaría la sinfonía de mi vida, a veces triste y a veces alegre, sin poner cada palabra en su lugar y con su forma, para hacer la retahíla de palabras que escribo algo legible, por si algún día alguien decide meter mis palabras en un traductor. Por lo menos si no le sale pollo o cochinillo... le saldrá parecido.
No tengo remedio, siempre pensando en los demás y tan poco en mí mismo. Pero algo ha cambiado aunque me tilden de egoísta quienes mi yo anterior conocieron. Ha llegado la hora, las horas... ¿Podré llevarlo a cabo? No lo sé, será difícil porque la inercia de toda una vida no se cambia en un diferencial de segundo.
Tildar... Suena despectivo, ¿verdad?
1 comentario:
tu tilda, que la vida sonará mejor después, que demasiadas faltas de ortografía son algunos amigos.
:-)
abrazo.
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