A veces cambio el sonido, el ruido banal y deforme, por música. Me dejo llevar por el repiqueteo de unas notas. Pongo en blanco la mente y mis sentidos se concentran en la leve levedad de los milisegundos que tarda en llegar a mis oídos una retahíla de notas. Entonces olvido lo bueno y lo malo y concentro la existencia en el punto de la sonrisa inocua e infantil que solo el loco puede poner de vez en cuando.
Saltar me apetece. Aunque saltar no sea más que la mejor metáfora sobre la existencia humana, del suelo vienes y en el suelo acabarás. Pero sentirte en el aire unos instantes preciosos es como quedarte mirando los diamantes de Tiffany's desde el escaparate con un café en la mano. Instantes. La felicidad no se intenta, se tiene o no. Momentos de todo hay en verdad en la vida. Ahora sonrío, quizás lo próximo que cuente sean otra vez mis soledades eternamente vitales. Pero en la mismidad de uno mismo está todo, lo bueno y lo malo, lo feliz y lo triste, lo salado y lo dulce, el placer y el dolor. Se pueden mirar los toros desde la barrera... Otra cosa es lo que cada uno sentimos ante ese maltrato animal.
Voy a ir por múltiples caminos de espinas y por otros de rosas, que se juntarán en un eterno horizonte que alcanzaré un día, en un momento en el que después del cual no podré volver a pensar. Y mientras tanto ahogo las penas y las alegrías, de éste y de cualquier día, escribiendo, estudiando, saliendo, riendo, llorando... Pero siempre en gerundio.
Ir a la playa en invierno en bañador en pleno mes de enero en el hemisferio norte no es lo más cuerdo que recuerdo.
2 comentarios:
con el frio que hace te miro desde la arena.
gerundio.. nunca lo habia pensado así, estoy demasiado metida en el preterito.
un beso.
No será muy cuerdo, pero sí un lujo. Saludos.
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