Debajo de la piel se esconden los rastros, las huellas de todo, el dolor de la fibra de vidrio rozando mi cuerpo micra a micra, suavemente. Y me pica. Me pica la curiosidad de volver al mundo. A ver el roncar de los osos que hivernan en mí cada noche, a ver esos sueños que nunca recuerdo. Pero duele la fibra de vidrio si abro los ojos.
No puedo quitarme la piel fácilmente como una larga serpiente. O sí. Quizás sí puedo comenzar la lenta transformación en otro. Quizás puedo abrir la puerta que me lleve a esa otra dimensión. Pero siempre hay dos caminos: el fácil y el difícil. Y en ocasiones uno escoge el difícil pensando que a larga será mejor pero quizás no compensa.
Quizás, quizás, quizás... La asquerosa incertidumbre del futuro nos persigue y nunca llega uno a acostumbrarse a las sorpresas. Nunca.
Por eso a veces estoy a punto de coger la puerta y volar, hacia aquello que desconozco, hacia ese futuro real de independencia, aunque sea echar los últimos 4 años por la borda. Pero no, el deber me ata aquí.
Un día cogí la estrella más bonita del firmamento y la chafé en mi pared. Quedó allí un roal plateado fluorescente. Y ahora que quiero despegarla para dormir no me deja. Su luz me atosiga. Así que quizás deba salir a dormir al pasillo de la vida, aunque me puedan pisar.
Pero no. Cada noche miraré ojeroso a la estrella, odiándola y amándola por ser tan bella.
2 comentarios:
todos los caminos son costosos. unes menos y otros mas. escoje el que te haga feliz.
y no te rindas nunca.
No hay nada mejor en esta vida que sentirse uno mismo, ser uno mismo. No quieras ser otra cosa u otra persona, se tú mismo.
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